lunes, 7 de abril de 2014

Vigesimo Primera jornada de Liga Vasca


 

W. Easo vs C.W.Castellae Senior  6 - 13
                               Sabado 5  de abril 20:15h     San Sebastian   Piscinas de Anoeta

C.W.Castellae Noroeste - W. Zamora 3 - 12
                               Sabado 5  de abril 14:30h     Burgos   Piscinas de Capiscol

Clasificacion Liga Vasca

Cronica----------------------------- 

Intenso fin de semana para el CW Castellae 

El pasado fin de semana, los tres equipos que forman en Club Waterpolo Castellae, disputaban partidos correspondientes a sus respectivas ligas con sensaciones diferentes.

El primer partido lo disputó el equipo mixto en la piscina de Capiscol, correspondiente a la liga Noroeste.

Los burgaleses se enfrentaban al CW Zamora en un partido con un gran ambiente, puesto que son los dos únicos equipos de la Comunidad. El encuentro comenzó bien para los locales, que manejaron con soltura el primer cuarto aventajando al equipo zamorano en dos goles.

A partir del segundo periodo los zamoranos dieron la vuelta al partido cuando colocaron en la piscina a sus jugadores más experimentados, dejando el marcador final en 6--‐13.

Acto seguido, los jugadores alevines e infantiles saltaban al agua en un partido amistoso entre las dos canteras de los equipo de la Comunidad. Este tipo de torneos son el complemento perfecto para dar cierto sentido de competición a las horas que los más jóvenes pasan en la piscina mejorando su habilidades.

Por último, el equipo absoluto se desplazaba hasta San Sebastián para jugar la penúltima jornada de la Liga Vasca contra el CN Easo.

Los burgaleses consiguieron una nueva victoria que les afianza en la quinta posición de la clasificación liguera. Merecen la pena destacar el primer gol oficial de Rodrigo Forca y la actuación de Kiril Iordanov, que con sus 8 tantos ayudaron a dejar el marcador final en 6--‐13.
El domingo que viene, los absolutos del CW Castellae viajarán hasta Vitoria en la última jornada liguera con el CW Lautada.

martes, 1 de abril de 2014

Centímetros cúbicos




Por nuestro compañero 

Iker Andres

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El sitio es frío, húmedo, con ligera sensación de contradictoria calidez. La piel, resguardada en otras ocasiones,  pierde su habitual coraza protectora para cubrirse únicamente con un fino ápice de tejido que recuerda a los inicios más básicos de la humanidad.

El equipaje es ligero, pues la primera etapa del viaje es corta, pero intensa. Apenas unas finas muescas de goma servirán para evitar que las gotas perdidas en otras batallas ya libradas terminen, antes de tiempo, con una aventura que no ha hecho más que empezar. En la mano, junto a su particular yelmo de tela, lleva aquello que permitirá, cuando necesite descansar, mantener intacta la temperatura de la máquina más perfecta jamás inventada. Su cuerpo.

La figura, que recuerda a la silueta del gladiador romano entrando al coliseo con la red de lucha como único aliado, sale de su particular cueva y avanza, con ritmo lento pero firme, hacia un futuro cuanto menos incierto.

Plas, plas, plas. Así suenan las pisadas del guerrero sin nombre antes de recorrer, a la inversa, aquel camino que millones de años atrás hiciera un ser marino para que la vida prosiguiese su evolución lejos del gran charco azul.

Y ahí está, rodeado del resto de sus compañeros de batalla, gritando por un objetivo común. Con las manos unidas y el corazón proyectando un deseo estremecedor en el cielo. Pero eso dura un segundo, porque vuelve a estar solo. Si, solo. Situado al borde de dos mundos eternamente enfrentados. Condenados a entenderse en la distancia, pero a no mezclarse en la obligada convivencia del espacio.

Seguramente, si el silencio pudiera dibujarse, sería algo muy parecido a lo que se siente en ese momento. Cuando el éxtasis por entrar en acción mira fijamente a los ojos del miedo a sentir ese frío, a veces tan gélido, que acompaña el contacto con la hacedora de vida.

Ya no hay vuelta atrás. En su mente sonó el mudo crono del tiempo. Uno. Dos. Tres… ¡Zás! En un instante que se torna efímero y a su vez eterno, el ser humano se convierte en todo aquello con lo que ha soñado desde que pusiera un pie en la faz de la tierra. Su salto rompe con el mito de Ícaro para transformarse instantáneamente en un pez sin escamas que se zambulle en el rectángulo acuoso.

Así se preparan para la disputa. Los 14 (7 y 7). Y aún queda lo mejor. Lo bonito, lo duro, lo pasional. Aquello que da sentido a muchas de esas vidas. El juego.

Todos esperando el pitido inicial, pegados a las boyas que marcan los límites de su realidad particular. Con la mirada puesta fijamente en un pedazo de caucho que está a punto de tocar la superficie del agua que les rodea para poder comenzar a nadar. Silencio. Más silencio. ¡Plof!

Durante cuatro cuartos de 8 minutos, la lucha por sobrevivir en un medio hostil se convierte en un mero trámite mientras peleas, sin descanso, por conseguir que esa esfera rugosa se introduzca en una simple red. Allá abajo, en el foso acuático, prácticamente todo vale por alcanzar la victoria. Las fuerzas se consumen hasta la extenuación de esos cuerpos que ya desprenden olor a cloro. El sudor se pierde entre las brazadas. La mano se convierte en cerebro para decidir, en décimas de segundo, qué hacer con tu suerte y la de tus camaradas.

Nada. Mira. Nada. Piensa. Nada y piensa. Nada, piensa y mira. Decide. Reacciona. Vuelve a nadar. Respira. Sigue nadando. Y de pronto, recibes el balón. Te han visto. Piensa rápido, te quieren cazar. El cloro en los ojos irritados no te deja ver con claridad pero debes decidir. Amagas. Sigues pensando. Vuelves a amagar. Van a por ti, te van a coger. ¡Haz algo ya!

Y de pronto lo ves. Está encima de ti. Una mole de carne, hueso y músculo. Y solo le importa lo que llevas en tu mano, nada más. Tú eres un estorbo para conseguir su objetivo. Peleará sin descanso, y tus fuerzas se evaporan como las gotas que resbalan por tu frente.

Pero no todo está perdido, has visto un hueco. Ahí está, solo, abandonado, como la tarta que espera su trágico final mientras se enfría en la repisa de la ventana. Y tomas esa decisión. Con más o menos acierto, pero la tomas. Lo sueltas. Allá va. Has conseguido pasar el balón.

¡Y el partido únicamente acaba de comenzar! El crono sigue, llevas apenas unos segundos de juego y todo eso lo has hecho para ganar un mísero centímetro cúbico. ¡Solamente eso! Esto es el waterpolo, querido amigo. ¿Merece la pena tanto esfuerzo? Yo creo que sí, pero hay que vivirlo para poder sentirlo. Una eterna lucha por ganar, cada segundo, solamente, unos míseros centímetros cúbicos.

Iker Andres